martes, 20 de enero de 2015

El motor con denominación de origen. El fenómeno catalán en el motociclismo

En los últimos años el motociclismo ha sido cómplice del nacimiento de una leyenda: su nombre es Marc Márquez y pocos son los que no lo conocen todavía. Por todos es sabida su trayectoria, sus méritos y sus triunfos en la categoría máxima sobre dos ruedas. Sin embargo, hay algo que va más allá de sus récords y títulos propios, algo que no pasa desapercibido que es tan sorprendente como curioso. Hablamos del fenómeno catalán en este deporte. 
Para entrar en materia y contextualizar este “caso” es necesario dar un repaso a los cambios que se sucedieron en Cataluña en los años 80 del siglo pasado. En esa época las personas en edad laboral y con proyección de formar una familia gozaban (la mayoría o un gran número) de tener cierta estabilidad económica. Eran tiempos de auge en los que las empresas crecían y la sociedad parecía prosperar. Toda esa suma de factores favorecía el desarrollo personal y laboral a gran escala. A finales de esa década y hasta 1995, muchas parejas decidieron formar una familia o ampliar la que ya tenían. De ahí nacieron nuestros grandes campeones y pilotos de Moto GP. 
Esos niños fueron creciendo y un buen día, tal vez porque a su papá le hacía ilusión o tal vez porque él así lo había decidido, se subieron a una moto. A raíz de esa experiencia sobre dos ruedas fueron progresando, ascendiendo logrando triunfos hasta llegar a las competiciones oficiales (ya sea en Moto GP, Moto 2 o Moto 3). El motociclismo no es un deporte sencillo ni barato; requiere dedicación e implicación del entorno del piloto, recursos económicos importantes y conocimientos mecánicos, como mínimo, cuando se está empezando. A ese avatar del destino se le debe sumar que esos niños catalanes tuvieron facilidades a la hora de poner en práctica su deporte favorito, puesto que Cataluña cuenta con uno de los mejores circuitos de gran nivel y con una infinidad de pequeños trazados en los diferentes pueblos y ciudades del territorio. Y por si fuera poco, esos niños también tuvieron la suerte de formar parte de un deporte cuya organización es 100% catalana, en la que la mayoría de trabajadores y miembros de alto cargo también lo son; fruto de la preparación, las circunstancias y los momentos en los cuales llevaron a cabo su carrera profesional. Tras todo este entramado se puede afirmar que estos jóvenes pilotos nacieron en el momento y en el lugar adecuado. Quién sabe si hubo alguno igual o más preparado que ellos pero que nació en una familia de condiciones humildes, o no tenía acceso a ningún circuito ni categorías regionales para practicar. O simplemente, nunca pudo saberlo porque jamás tuvo la posibilidad de siquiera planteárselo. 

La reflexión que hago al respecto es que tanto el motociclismo como el automovilismo son deportes en los que se debe invertir una cantidad de dinero inicial para poder destacar, a diferencia de otros deportes en lo que el talento prevalece ante cualquier premisa. Considero que en Cataluña se han unido varias circunstancias que han conjugado el producto perfecto o “casi” perfecto. El territorio catalán ha tenido y tiene todos los ingredientes necesarios para ser la cuna actual de este deporte. Que esto sea algo temporal, solo lo podremos saber con el paso de los años. Mientras, que el show no cese. 

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